Toda época tiene su momento de Montecarlo.
Para evitar pensar de forma errónea que los periodos vacacionales efectuados en lugares exclusivos y de manera distinguida pertenecen al presente o han sido inventados hace relativamente poco tiempo, basta con fijarse en las lujosas y pioneras costumbres de los romanos.
El lujo y la distinción siempre han sido la marca de la clase dominante, desde que el ser humano comenzó, desde la llamada «revolución cognitiva» de hace 70.000 años, hasta su paso a sociedades complejas y marcadas por referentes míticos que las cohesionan.
En su espléndido “Sapiens” (Debate 2016), Yuval Noah Harari habla de la «trampa del lujo» en la que cayó el ser humano cuando se pasó de las sociedades de cazadores-recolectores a las grandes organizaciones urbanas que engendrará la revolución agrícola.
La huida hacia delante social y alimenticia, y la necesidad de representación de gobernantes o administradores, conlleva nuevas estratificaciones, aglomeraciones y marcas de distinción.
La clásica…
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