Debemos valorar cada día, al ser que tanto nos acompaña y no buscar en parcelas ajenas, lo que tenemos cerca.
¿Cuántas veces hemos perdido lo más querido, aquel ser que era nuestro faro, nuestro camino, nuestra vida, por orgullo? ¿Cuántas veces hemos gritado en silencio el nombre de ese ser que es nuestra vida, pero que nos obligamos a enterrar entre miedos, vergüenza, y arrepentimiento, con tal de no sacarlo a la luz?
¿Cuántas oportunidades de pedir perdón hemos dejado pasar, porque dábamos por sentado que alguien debe ganar, y alguien debe perder, cuando el amor se ha roto por un odio que encierra el más grande de los amores?

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