El momento de ese paseo lo vas a realizar en su momento menos inesperado.
Compro libros que no sé si la vida me va a permitir leerlos, no sé si el tiempo me ofrendará la posibilidad de concederme las horas necesarias para enfrascarme, entre el trajín de lo cotidiano y los quehaceres, entre la voz que sale y se desmigaja y el poniente que me dice que el día se tira a reposar. Los tengo en un rincón, despojados del valor de mercado, como quien espera estacionar el vino, para degustarlos y sacarle el jugo cuando los minutos no me cobren peaje, para cuando la aventura sobre un caballo me diga: ¿Vamos a dar un paseo?